Una semana de vuelta a Madrid y parece que hace ya un mes. No tardé mucho en acostumbrarme, estuve como un par de días en el aire pero el patinaje, el yoga, el trabajo y mis amorcitos no permitieron que la ciudad se me hiciera rara por mucho tiempo.
Anoche, sin embargo, quise revivir una cena que había tenido allí y me puse a cocinar después de la clase de yoga. Arroz, frijoles, pollo empanado por estas manitas, farofa: un billete rápido que me trajo de vueltas unos momentos inolvidables. Alguno pensará que es una chorrada: menuda cena cutre, normal y corriente – porque un momento tan importante?
Porque todos los momentos deberían serlo. Ese es el secreto para que una se sienta bien. Disfrutar de cada pequeña cosa, de toda la maravilla que tienen los momentos por el sencillo hecho de que son únicos, la compañía de los amigos, una tarde llena de sol, el viento que sopla en la cara mientras patino volando en el parque por la noche y los frijoles con arroz, que dicen mucho más quien soy y de donde vengo que cualquiera de mis actos o pasaportes.
Anoche, sin embargo, quise revivir una cena que había tenido allí y me puse a cocinar después de la clase de yoga. Arroz, frijoles, pollo empanado por estas manitas, farofa: un billete rápido que me trajo de vueltas unos momentos inolvidables. Alguno pensará que es una chorrada: menuda cena cutre, normal y corriente – porque un momento tan importante?
Porque todos los momentos deberían serlo. Ese es el secreto para que una se sienta bien. Disfrutar de cada pequeña cosa, de toda la maravilla que tienen los momentos por el sencillo hecho de que son únicos, la compañía de los amigos, una tarde llena de sol, el viento que sopla en la cara mientras patino volando en el parque por la noche y los frijoles con arroz, que dicen mucho más quien soy y de donde vengo que cualquiera de mis actos o pasaportes.