De todo siempre tres cosas quedan:
La certeza de que
estamos siempre empezando, la certeza de que es necesario seguir
adelante, la certeza de que nos van a interrumpir antes de terminar...
por lo tanto, debemos convertir la interrupción, en un nuevo camino, la
caída, en un paso de baile, el miedo, en una escalera, el sueño, en un
puente, la búsqueda, en un encuentro.
(Fernando Pessoa)
Es
tiempo de buena música, de cielo azul y de temperaturas primaverales
pese al calendario que insiste en decir que es invierno. La vuelta se
hace dulce y las novedades que salen de las manos son más que
animadoras, una mirada feliz hacia todo lo que parpadea y me despierto
cada día con una sonrisa.
Año nuevo y sin estrenar: todo es delicioso, nuevo y fresco como el aire de
la mañana. Hay tanto por hacer ahora mismo que espero sin prisa lo que
traerán los días que vendrán. Vendrán: como el sueño, la búsqueda, como
un pase de baile que se practica mil veces hasta que resulta, como la
tarde misma y la temporada de fresas.
29 diciembre 2012
26 diciembre 2012
en la orilla del rio
Después de tanta ausencia resulta muy previsible volver cuando se acerca el año nuevo y prometer a una misma escribir más a menudo. Después de tantos años de blog ya no me hago ilusiones sobre la constancia, sólo aspiro a dedicar tiempo a oírme cada vez que tenga la necesidad de estar en silencio.
Y la tengo tan a menudo que si realmente parara y me escuchara ese blog no andaría tan abandonado. Claro está que esa es la diferencia entre amadores y profesionales: que la necesidad de escribir de los primeros no es siempre la primera entre tantas necesidades que tenemos.
Lejos de Madrid escribo desde un viaje que puede ser huida o un intento de aplazar certezas que no quiero tener. Hay miradas brillantes y miedo de mirar al otro lado del río. De sentir calor y frío. Y desde lejos no hay Navidades, ni recuerdos malos, ni historias sin terminar. No hay luces aparte de las de los días siempre llenos de Sol y sin ellas, no hay que mandar felicitaciones en las que no creemos. Es un decir siempre que "no" por si el "sí" resulta complicado y, sobretodo, dolorido. Es la garantía de que el mundo siempre tendrá algún rincón donde que uno pueda respirar tranquilo porque nadie lo ve.
Todo me recuerda a un poema de Fernando Pessoa que Dorival Caymmi puso música hace muchísimos años. Yo creo que no tenía más de 12 años cuando la oí por primera vez. La ponían en una telenovela y todo de ella me encantó enseguida: la profunda voz de Caymmi, el río como metáfora de las certezas que tenemos y de las que aspiramos. Su curso como un destino cierto pero desconocido. La seguridad de que nada ocurre cuando no se hace nada aparte de contemplar la propia vida.
Y pensando en ella me quedo. Escuchándola en silencio. Escuchándome en silencio. Sin certeza de nada y todavía preguntándome adonde me llevará el río al que contemplo.
Espero que por lo menos a unos cuantos posts más.
Y la tengo tan a menudo que si realmente parara y me escuchara ese blog no andaría tan abandonado. Claro está que esa es la diferencia entre amadores y profesionales: que la necesidad de escribir de los primeros no es siempre la primera entre tantas necesidades que tenemos.
Lejos de Madrid escribo desde un viaje que puede ser huida o un intento de aplazar certezas que no quiero tener. Hay miradas brillantes y miedo de mirar al otro lado del río. De sentir calor y frío. Y desde lejos no hay Navidades, ni recuerdos malos, ni historias sin terminar. No hay luces aparte de las de los días siempre llenos de Sol y sin ellas, no hay que mandar felicitaciones en las que no creemos. Es un decir siempre que "no" por si el "sí" resulta complicado y, sobretodo, dolorido. Es la garantía de que el mundo siempre tendrá algún rincón donde que uno pueda respirar tranquilo porque nadie lo ve.
Todo me recuerda a un poema de Fernando Pessoa que Dorival Caymmi puso música hace muchísimos años. Yo creo que no tenía más de 12 años cuando la oí por primera vez. La ponían en una telenovela y todo de ella me encantó enseguida: la profunda voz de Caymmi, el río como metáfora de las certezas que tenemos y de las que aspiramos. Su curso como un destino cierto pero desconocido. La seguridad de que nada ocurre cuando no se hace nada aparte de contemplar la propia vida.
Y pensando en ella me quedo. Escuchándola en silencio. Escuchándome en silencio. Sin certeza de nada y todavía preguntándome adonde me llevará el río al que contemplo.
Espero que por lo menos a unos cuantos posts más.
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