Jesus, where did the time go?
Una semana más, pero una semana molesta diría. No por la falta de sueño, ni nada por el estilo. Recibí una llamada de mi manager local para que pudiera comunicarme mi subida de sueldo. Yo que normalmente recibo esa clase de gilipolleces con bastante resignación, de esa vez me he enfadado. Con elegancia le dije que me parecía inaceptable tal subida y que si había hablado con mi manager de negocio. La respuesta fue no, lo que explica por completo que la subida esté más bien relacionada con el IPC que con cualquier performance que yo pueda haber tenido hasta ahora.
En una multinacional como esa no puedes quejarte y yo me atreví a hacerlo. A lo mejor no debí hacerlo pero todo tiene un límite. Tampoco fue tan grave pero ahora mismo tengo cero ganas de volver al trabajo. Bueno, el único aliciente es el “date” que tengo pendiente en agosto con mi Muso, pero aparte de eso, tengo más ganas de saltar desde un puente que verle la cara a mi jefe.
De todas las formas hace tiempo ya que vengo considerando la posibilidad de un cambio. De ciudad, de país… no sé bien. Primera opción era Bratislava, que después de la conversación con mis dos jefes veo muy poco probable que se produzca. ¿Qué otros sitios quedan? ¿Lisboa? ¿Barcelona? ¿Dublín? Ni idea. He empezado a moverme lentamente pero claro desde Israel y con menos de horas de sueño acumuladas en 20 días que en una semana en Madrid, una reflexiona con muy poca claridad.
La cosa es dejar todo para la vuelta. Y pensar todo poco a poco hasta acostumbrarme a todas las ideas que tengo en la cabeza. Una cosa de cada vez. Por aquí mi hermana está en casa, mis sobris no me dejan dormir pero son una verdadera monada y me encanta la comida.
En realidad con poquitas cosas una puede encontrarse feliz, pese a pequeñas putadas por el camino.
Son parte del show.