27 octubre 2006

El amor (fraternal o romantico) ciega y empobrece

Ayer llegó mi cuenta de móvil y he llegado a la conclusión que Movistar, en lugar de regalarme un nuevo teléfono por los puntos de la zona azul, debería ponerme una estatua. Seguramente seré uno de sus consumidores preferidos: tres dígitos y mi cara de susto. ¿Cómo coño es posible?
El amor ciega y empobrece pero yo, después de los gastos que he tenido en Alemania este verano pensaba sinceramente que jamás volvería a tener una cuenta tan alta. Ya véis...
No es casualidad que una de las cosas buenas de no tener novio sea precisamente el ahorro que supone no enviar mensajitos y hacer llamadas tontas. El desmadre de Octubre se debe a los días en los que mamá ha estado en Madrid y llamábamos a mi hermana en Israel para debatir temas tan importantes como:¡Mira, veo la Puerta de Alcalá!

Pero el teléfono siempre ha sido un enemigo de mis finanzas. No sé lo hago pero siempre ha sido el que me arruinado. ¿Realmente hablo tanto? O es que llamo sin pensar en el coste de llamada? Y encima, como me gustan los SMSs!

Así no se puede.

Cuando tenía 11 años me quedé 3 meses sin la paga por haber generado una cuenta de teléfono de seis hojas en casa de mi padre. En mi casa también era lucha. Y luego estaban los amigos que conocía de otras ciudades, las vacaciones, la distancia. Lo de mantener los contactos cuesta. Y que lo diga yo. Sigo teniendo amigos de desde hace mucho tiempo y poco dinero en el banco. Una cosa por la otra.

De momento creo que merece la pena, pero en los próximos meses mi móvil va a permanecer en silencio y en un cajón. Y durante mis vacaciones, os ruego, no me llaméis excepto que sea para decirme que os ha tocado la lotería y que a partir de ahora, mis recibos de Movistar se domicilian en vuestra cuenta.

No hay comentarios: