10 abril 2007

El amor es ciego

Mis amigas se quejan de que la cosa está difícil. Que adonde se han ido los chicos guapos y lo complicado que es ligar. Yo no estoy de acuerdo. Para nada.
Siempre he pensado que el tema de conocer a gente más o menos interesante está dentro de nuestra cabeza. Que a veces es cosa nuestra. Es cosa de energía y señales que uno emite a los otros. Ya me vale. Como ya no creo en Dios debo creer en señales subliminares para evitar constatar de que casi todo es obra de la casualidad. Pero soy una romántica al fin y al cabo y por mucho que me digan que me imagino cosas (1000 emails no pueden calificarse de completa imaginación) sigo creyendo que hay algo que no sea pura lógica y conveniencia en el tema de los afectos.
Durante largos meses estuve alejada de cualquier chico o ligoteo. Sencillamente no les veía. Eric me decía que tenía que salir y distraerme con estos chicos todos que seguramente estarían por la labor de entretenerme. Pero yo le decía que no me gustaba ninguno. Y Eric decía: es imposible. Sencillamente imposible que no haya ni siquiera uno que te guste un poquito.

Y no había. O mejor, debía de haber pero yo no los veía. A ninguno. A parte de que el rollo salir a ligar nunca ha sido algo que me gustara especialmente hacer. Pero no era eso. Era que yo no veía nada. El amor es ciego y no lo dicen por casualidad. Es curioso pensar lo fiel que puedes llegar a ser solamente a lo que tu sientes y no a ningún compromiso en concreto. Por eso digo que tiene que haber algo más que la lógica en estas cosas. Tiene que ser algo más fuerte que lo sea más fácil, conveniente y suficiente. Porque a mí me convenía cualquier cosa menos cerrar los ojos.

Por eso ahora creo que algo ha cambiado. Así como a las flores, el amor necesita ser cuidado. Sino es así se va poquito a poco. Aunque de cierta manera si hubo algo especial, siempre quedará algo, hay un momento en qué el amor deja de cegarte y empiezas a ver otra vez. Y claro, no ves todo azul. Ni todo el chico al que veas te hará sentir igual. Ni todos te cegarán como antes. Pero vuelves a ver. Y te das cuenta de que merece la pena creer en algo que no sea la pura lógica. Ni que sea sólo para conocer un grupo de ingleses divertidos en una noche de sábado, o para conocer a un chico majo al que insistirás en llamar por un nombre que no es suyo. Ni que sea sólo para reirte un rato y principalmente, para que finalmente empieces a olvidar.

No hay comentarios: