11 mayo 2007
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Ayer fue un día difícil. En todo y sólo en parte. Mañana de colas que no debería haber hecho y de conversaciones sobre puestos de trabajo que yo no sé si quiero coger. ¿Cuanto lejos puede uno ir cuando ya está demasiado lejos? Y las colas? Toda una señal que me meta en las que no me correposnden y que me quede ahí durante tres horas y me eche literalmente a llorar porque no era donde debería estar. Un día en parte también gracioso con algo de rescate de cosas que ya no quedan, excepto las que son más visibles porque están más hacía fuera y lo que se ve es bonito. Maneras sutiles y sugerentes de evitar el final y deseos sin pregunta ni pretensión de respuesta. También las gracias de un vecino con internet supersonica y gratis. Y la sonrisa de las mil canciones que me quiero bajar cuando no puedo. A veces es eso: cuando tienes algo que deseas mucho entre manos no sabes qué hacer y desde lejos, desde lo que ya no es, ni será ahora que el futuro ha llegado, es más fácil saber que te gustría hacer de verdad. Es un texto raro, como el día, como el niño con camisa de cuadros roja y blanca, como la tarde en Madrid de ese Mayo caluroso y ese dolor de garganta suave que se acuesta contigo.
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