hay gente intermitente. Como lo de los coches, pero en personas. Se encienden y se apagan. Se apagan y se vuelven a encender. Es un adjetivo extraño pero no es tan difícil de entender. Gente que un día está de buenas. Te busca, te habla, te dice cosas graciosas. Pero luego, se apaga. Se enmudece, se calla, se limita a contestar preguntas. Si conoces a personas intermitentes me darás la razón: son gente rara de llevar. Nunca sabes que es lo toca cuando te acercas, siempre hay riesgo por en medio. No me quejo. La gente intermitente tiene su encanto.
Ultimamente me toca relacionar con más de uno que sufre ese síndrome. El quiero no quiero, el puedo no puedo. El me gusta pero me disgutas. Me he dado cuenta que yo en algunas ocasiones también puedo actuar así con lo cual no soy quién para jugzar a nadie. Pero ciertos movimientos me intrigan. Que es lo que motiva los cambios repentinos? Habrá un porqué o son sencillamente cosas que pasan, afectos que van y que vienen, tardes demasiado largas, canciones que empiezan y se acaban? No hay que poner empeño en decifrar las razones de la intermitencia. En el parpadeo (o en otras palabras, en las certezas temporarias) reside nuestro desasosiego pero en su ritmo constante está nuestra tranquilidad. Se apaga pero se vuelve a encender. Se enciende pero después se apaga.
A lo mejor resulta que los intermitentes no son suficientes a la hora de indicar hacía donde irá el coche o la gente. Y como en la vida misma, por si acaso hay que utilizar alguna señal extra para dejar claro qué dirección uno quiere tomar.
06 mayo 2007
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1 comentario:
Siempre rodeamos de evitar los altos y bajos de la vida...
y siempre somos a la búsqueda de algo nuevo que un bote humoral nos provoca...
Pero también necesitamos certezas y por eso, quizás, preferimos tener a que hacer con los compromisos...
No sè si me he explicado bien...
Hasta luego !
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