Cuentan que la piedra de Bolonia, cuando se pone al sol
absorbe los rayos y puede luego alumbrar parte de la noche: en este caso
se hallaba mi criado para mí. La idea de que los ojos de Carlota se
habían fijado en su cara, en sus mejillas, en los botones de su casaca y
en el cuello de su abrigo, hacía todo esto tan sagrado y tan precioso
para mí, que en aquel momento no hubiera yo dado a mi sirviente por mil
escudos. Su presencia me llenaba de gozo. ¡Dios te libre de reírte!
Guillermo, ¿se puede llamar ilusiones a lo que nos hace felices?"
Mi
extracto preferido del libro Werther de Goethe. He tenido esa misma
sensación esta mañana cuando leía el periódico. Una clase de cercanía,
de momento no compartido pero que se compartió a través de un texto.
Como una canción que puede sonar en varios lugares a la vez, como el
silencio que hace eco cuando todo ya se ha dicho. Los ojos que vislumbran,
la piedra que refleja la luz, la saudade que se calla...
Oh... y estos días que una piensa que es bastante feliz.
19 enero 2012
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