07 febrero 2006

Grecia

Pasado mi desahogo y mis ganas de limitarme a describir las miles de razones por cuales nuestra existencia mas que un regalo es una condena, me pongo a recordar mi semana de vacaciones para no olvidarla más.

Atenas
Ya me habían dicho que era un caos, pero yo soy una niña del Tercer Mundo y encuentro a los europeos casí siempre exagerados cuando el tema es el caos. La verdad es que me recordó muchísimo a São Paulo, con sus miles de coches, sus tiendas en las aceras y su gente que camina despacio, como quien pasea y no trata de ir a ninguna parte. El olor a kebab, a comida recién hecha y a grasa. Sus bares un poco cutres, el humo por todas las partes, el efecto invernadero que me impedia ver el mar desde el Monte Licabeto. Pese a ser familiar de alguna manera, me puse a pensar en lo mucho que me agobiaria vivir con tanto ruido, tanto coche, tanta gente. Y me sentí rara. Igual jamás pueda volver a São Paulo, igual haya vuelto a ser algo que no sé si algun día había dejado de serlo: una chica de pueblo.

Comida
Buena, buenísima. Las ensaladas, los quesos que no me los puedo comer pero me los comí en las tres comidas diarias. El pollo souvlaki, el saganaki, los tomates con gosto de cielo. El yougurt. Comí y comí sin pensar que debería parar cuando no aguantase más. El resultado, algun que otro quilo que ya habré perdido porque la comida española no es exactamente santo de mi devoción. Nota mil para el pan de pita y el Pan Arabe, que se come tanto en São Paulo y que también había allí. Un billete a casa por un euro y unas cuantas mordidas.

Delfos
Hermoso pueblo. Me encantó. Todavía me acuerdo de la paz que sentí cuando llegamos y vimos el pueblo vacío. No había nadie. Sería un silencio absoluto al aire libre si yo no tosiera cada minuto, pero aún así fue precioso. Caminar entre las montañas, mirar al cielo y ver el Oraculo donde acudian todos para saber su suerte. No es de hoy que los seres humanos vivimos en el futuro. Nos hemos reído muchísimo en el hotel que nos parecía seis estrellas comparado al de Atenas. Sabanas limpias, duchas dignas, 13 horas de sueño y un fan. Muy buen balance.

Cabo Sounion
Nos ha costado un poco llegar . No sé como se las ha apañado el conductor para tardar dos horas en hacer un trayecto de 69 km pero no me he quejado. La vista del Mediterraneo y sus calas no pedía prisa y la posta de sol que he visto en el Templo de Poseidon, pese al viento siberiano, ha valido la pena. Bellísimo!

Continuará....

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