Siempre me han gustado mucho las barbacoas. Y más esa. Un puente entre el pasado y el futuro en estos días en que todo es recuerdo y adiós. Me gusta volver a comer la comida de casa pero que la haga yo misma y hablar portugués más que español o portuñol de vez en cuando tiene su punto. Difícil saber donde es tu casa cuando te sientes de todos los lugares y de todos los pueblos. La casa es donde están los que quieres y los que te quieren a ti. Me ha gustado el ambiente, la gente, la música y esa sensación de que las barbacoas brasileñas duran una eternidad aunque haya algún que otro extranjero por en medio.
Gracioso es comparar las barbacoas que he visto en cada país. En España donde me echan toda chicha que pueden con chorizos, morcillas y pinchos morunos y muy poquita cosa para acompañar y al final no me como nada. En Alemania donde me acuerdo, ponían mucha salsicha pero también pollo muy bien preparado en bolsitas de marinada que compraban hechas, las preparaban y apagan el fuego y comían en la mesa todos tan monos. En Suecia donde hasta la barbacoa tenía que ser linda y fashion y la carne tenía que ser cortada según algún ritual de la cocina internacional haciendo algún diseño raro y pijo.
Total, que el finde ha sido divertido. Entre barbacoas, patinaje, cañas y mucho sol. Hoy me siento un poco enferma, me duele la cabeza y puedo culpar a los excesos.
Pero ya estaba bien de como Proust, acostarse temprano.
11 junio 2007
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