Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor.
Yo era una reina delicada.
(Clarice Lispector)
Hoy he sonreído mientras leía el periódico y desayunaba mi sandwich de pechuga de pavo y queso y bebía mi cafe brasileño. Sonreí mientras patinaba y el aire frío hacía con que mis ojos se me llenasen de agua. Sonreí mientras cortaba pacientemente el tomate, el pepino y la hierbabuena para preparar el tabule: mi comida sirio libanesa preferida. Sonreí mientras veía un capitulo de la serie The Office y sonreí con gusto jugando un rato con mis gatitos y su nuevo juguete de plumas. También he sonreído mientras concluía que no me tocaba otra sino limpiar la casa y sonreí porque puse la radio y la Ser siempre me hace sonreír. Sonreí al ir al cine y ver a dos amigos y una peli que era musical y sonreí porque salí tarareando una de las canciones que me había gustado. Sonreí a la señora que bajaba las escaleras del metro despacito y sonreí porque finalmente ha empezado a llover y no es que me guste la lluvia pero hace falta a todos nosotros.
Y me acordé al final de ese día de sonrisas de Clarice y de la felicidad clandestina. Pensé que yo también la estuve evitando y que igual todos lo hacemos de vez en cuando. Y de repente me di cuenta de que la felicidad de ahora también es clandestina, se me hace rara, la evito para buscarla luego, la miro desde lejos para comprobar que todavía está allí. La sonrisa constante, la energia que sale por los poros, las pocas ganas de dormir y los kilometros que quiero hacer sobre ruedas.
Cada instante disfrutando de la felicidad o de ese placer silencioso de sentirse a gusto todo el rato.
17 febrero 2008
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