Hoy llega mi bici. Llega mi bici! Después de un par de semanas eligiendo color y modelo me he decidido y me la traen hoy a la oficina.
Todavía no la he puesto un nombre, pero vendrá. Las bicis tienen que tener nombre, todas las mías los tuvieron. Me pregunto como he pasado tanto tiempo sin una bicicleta, cosas de la vida, Madrid no es que sea una ciudad bike friendly pero bueno, todo es cuestión de ponerse.
Haciendo un repaso histórico me doy cuenta de que pese a que las bicis siempre fueron una de mis pasiones al lado de los patines, las cometas y los balones, esa es la primera bicicleta nueva que tendré.
La primera en mi vida fue una azul pequeñita que heredé de mi hermana. Cosas de ser la menor. La puse el nombre de mini-moto y fuimos muy felices juntas. Con ella aprendí a andar sola sin las ruedas de apoyo cuando tenía 4 años y con ella Fernanda y yo experimentamos la alta velocidad por primera vez. Metíamos un trozo de botella de plástico en la rueda y pedaleábamos a toda pastilla (toda la que puedes tener cuando tienes 6 años) y gritábamos: MINIIIIIIIIIIIIIIIII-MOTO!
Cuando ya tenía unos 8 años mi querida tía se dio cuenta de que ya no cabía en Mini-Moto y decidió regalarme una bici – de segunda mano. Cuando eres pequeño está claro que lo quieres es una nueva pero a mi Silvester me gustó desde el primer momento: tenía un color marrón muy feo pero tenía una feature que ninguna otra bici de las nuevas tenía : freno en los pedales. Yo era feliz y Silvester fue mi compañera de muchísimos años hasta que finalmente crecí y empecé a coger la bicicleta de mi madre. No me acuerdo lo que fue de ella. Creo que mamá la intercambió con el jardinero por un par de limpiezas del jardín. No dudaría en decir que creo que Silvester puede estar en uso hasta el día de hoy haciendo las alegrías de otros niños.
Mis ambiciones con la “nueva” no incluyen, como en las bicis anteriores llegar al pueblo vecino o ir hasta Santa Lucrecia ( barrio a tomar por saco de Lorena donde había un río muy limpio), tienen más que ver con venirse a trabajar y a recorrer en anillo verde de Madrid los fines de semana. Tiene que ver con respirar el aire fresco de las mañanas y disfrutar de la ciudad cuando todo el mundo sigue durmiendo. Tiene que ver con disfrutar de las ruedas y pensar por algunos instantes que soy niña otra vez y que las bicis, como en ET, pueden volar de vez en cuando.
20 febrero 2008
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