¿Qué hago yo aquí? ¿Qué coño hago yo aqui? Más que una pregunta retórica es una duda existencial. Lo dijo el taxista: no queda nadie en Madrid, ¿porqué has venido? Y le he tenido que decir que había venido a trabajar. La verdad es que me gustaría tener una causa más noble.
Pero la verdad también es que no la hay.
Y me encuentro mal. No sé si se trata solamente de depresión pós vacacional, o si es el recuerdo del mar donde he pasado horas metida en la companía de la sweet Gisela. A lo mejor será porque nos ha hecho buenísimo, no he visto a ninguna sóla medusa y por las noches después de pasar el día en Vilanova, nos íbamos a Sitges: tan mona, tan gay y tan divertida.
Han sido cuatro días muy buenos, donde una se rie de todo, come de todo y habla de todo. De los viejos tiempos, de los miedos y los sueños. Se habla también de lo que se siente pero se quiere olvidar y de esa sensación tan rara que produce darse cuenta que lo que quieres nunca ha estado tan cerca geograficamente y tan lejos de alcanzar a la vez. Que lo que deseas no te conviene desearlo, que es mejor que siga lejos y que no pueda ser. E incluso puedes llegar encontrar algun consuelo en eso y reirte de ello, porque la vida es así y todo tiene su lado bueno; o eso dicen y no está mal creertelo de vez en cuando.
Y con algo de esfuerzo, también podrás entre la risa y la añoranza, y entre tanto recuerdo y olvido, pensar que después de todo, lo peor ya ha pasado, que tu tampoco tienes tan buena memoria y que principalmente, días mejores vendrán.
14 agosto 2006
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