09 febrero 2007

Conciertos

Me encantan los conciertos. Hoy me he enterado de que los Guillemots vendrán a Madrid y que vale solo 16 euros. Enseguida me cogí la entrada, enseguida me puse esa canción suya que podéis ver abajo y que tanto me gusta. Un concierto más sola. No es que me importe pero me gustaría saber porqué es tan difícil encontrar a gente con el mismo gusto musical que yo.

No es cuestión de no tener amigos. Que los tengo. Pero hay gente que no se interesa tanto por la música como yo por muy raro que me pueda parecer. Y supongo que así son mis amigos: o les gusta otra clase de música o es que directamente es que la música no ocupa una parte tan importante de su vida. Y así me va. De concierto sola en concierto sola. Ya me he perdido la cuenta de las veces en las que tomé el metro, me compré una cerveza y me puse en la primera fila: sola. A Benicassim no fui sola pero me perdí de Eric y estuve solita con los Editors. Ha merecido la pena porque el guitarrista se compadeció de mi soledad (o de mi aspecto deshidratado) y me regaló una botella de agua mineral, lo que me hizo sentirme toda una groupie. Por otra parte, el concierto me estaba gustando tanto que hubo un momento en el que lamenté no tener con quien comentárselo.

Lo de ir sola no está de todo mal para ligar pero también supongo que habrá gente que pensará que soy alguna clase de freak y mejor no acercarse. En la noche de Reyes fui con dos amigos a ver a los Pet Shop Boys y me encantó tener compañía – aunque el tema ligoteo se puso un poco complicado, lo pasé muy bien.

Al final concluyo que prefiero ir acompañada a los conciertos pero que realmente para oír la música que te gusta, o para hacer algo que realmente te apetezca, uno mismo es siempre muy buena compañía y garantía de diversión.

08 febrero 2007

Polvo enamorado



Se están abrazando de verdad. Y desde hace aproximadamente 5 mil años. La pareja del Neolítico encontrada en Mantova en Italia, seguramente jamás se habrá imaginado que su abrazo emocionaría millones de personas tanto tiempo después. Hay momentos tan especiales que dejan huella para toda una vida. Me gusta imaginar que ellos han tenido su momento tan especial. Y que el cariño, amor o cualquier sentimiento que hayan tenido en su día, no se ha perdido, sino que se ha quedado ahí: en el aire y en la tierra para que todos nosotros, muchos siglos después nos demos cuenta de que hay afectos que realmente pueden durar una eternidad.
Y como en el poema de Quevedo:

"serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado."

Seguimos distraídos

Ese post lo escribí el año pasado y fue uno de los que más me gustaron escribir. Donde más se veía a mí misma, lo que sentía y lo que pensaba. Hoy sigo distraída, felizmente distraída y cada vez más. Aunque al leerlo me de algo de pena.

Porque estamos distraídos - 05/09/2006
En los días de hoy la gente ya no se muere de amor. Y Werther (he vuelto a leer el libro) tampoco lo haría sí viviera en el año 2006, si tuviera que trabajar en una multinacional americana y su trabajo se limitara básicamente a contestar preguntas de gente que no se molesta en pensar.No es que hoy ya no nos enamoremos. Sí que nos enamoramos y como Werther, es triste que “Carlota” ya esté prometida a otro. Nosotros amamos de la misma manera que él, sólo que estamos más distraídos.

Werther no tenía que coger el Metro de Madrid durante el verano y pregunto: ¿afirmaría con tanta convicción que “feliz la criatura que pueda atribuir su falta de felicidad a algo terrenal” si tuviera que pasar por el intercambiador de Avenida de América y sus 43 grados a las seis de la tarde?En sus días no había Internet para que hablara con sus amigos que están lejos para contarle sus penas.

No tenía bares a los cuales acudir y tomar unas cañas y ligar con otras chicas. No tenía muchos CDS que oír, no tenía que pensar en que país quería vivir, no tenía informativos llenos de malas noticias para que se planteara que a lo mejor eso de que fuera “el más desgraciado de los seres humanos”, era un poco exagerado.

Hoy no tenemos tiempo para ser románticos en el sentido literario de la palabra. Amamos pero nos resignamos ante la falta del ser amado. Porque realmente no tenemos tiempo de darnos cuenta de nuestra tristeza. Porque está la tele, está el fútbol, están aquellos pantalones estupendos, están todos estos chicos, las fiestas, las vacaciones en Israel, en Brasil, está la rutina que se acostumbra perfectamente a que las Carlotas de turno no estén.Werther tenía tiempo. Tiempo para mirar dentro si mismo y darse cuenta que había encontrado lo que muchos buscamos durante toda la vida. Tenía tiempo para echar de menos los ojos tan negros de su amada y concluir que a lo mejor ojos así no se encuentran todos los días. Tiempo para estar seguro de que esa sensación de conocer a una persona de toda la vida, puede que sea algo más que casualidad. Tiempo para escribir cartas a Guillermo sobre la “ilusión que tan feliz le hacía.”El final es triste y como en los días de hoy, también hay finales tristes.

Lo que no se sabe al leer el libro es si Carlota estaba realmente enamorada de él y era muy consciente de sus “obligaciones sociales” o si era de una persona vanidosa en ser amada. Si su desmayo era de arrepentimiento o pena. Si Werther era correspondido o no. La verdad es que nunca se sabe lo que se pasa en la cabeza y en el corazón del otro. Y en eso, los enamorados de hoy y de antaño, por mucha distracción que haya, estamos realmente en lo mismo.

07 febrero 2007

Tratando de ser feliz...

Estar feliz es un ejercicio dificil. Al contrario de lo que dice Paulo Coelho, el universo no conspira a nuestro favor sino que se lo monta para ponernos las cosas chungas. Pero no debemos rendirnos. Yo respiro fondo y trato de ignorar todo lo que pueda estropear mi estado de animo actual.

Trato de no enfadarme con movidas familiares, ni con mi entorno laboral. De hecho, como no puedo decir a mis compañeros de trabajo ninguna clase de insulto o elegir la via de la agresión fisica, he decidido contar cuantas veces al día dicen mi nombre. Son las 18h y hoy la cifra ronda los 47. Es un número impresionante e incluye algunas llamaditas por teléfono pero hay que tener en cuenta de que me pasé 3 horas reunida lo que significa que ese número puede incrementarse mucho más. Ahora el próximo paso es hacer un ranking de las cosas más tontas que me han preguntado y hoy la decisión ha sido fácil: ¿puedo tomarme un cafe con mis otros amigos ?y ¿ donde está mi ratón? - Cuando yo le di una cajita que si se hubiera molestado en abrirla o leerla vería que había un ratón como una catedral.

Yo sonrío y sonrío. A lo mejor la cosa es una cuestión de hormonas o tiene que ver con que los días empiezan a tener más horas de luz. Me siento bien y pensar en cosas buenas no resulta especialmente complicado sino que placeroso. No es que haya cambiado algo: realmente yo nunca me enfado sino que me pongo triste. Pero ahora es que no me pongo triste sino que directamente paso y no me afecta. Sé que estoy jugando a Polyana pero pensando friamente, ¿de qué me puedo quejar? Bueno, por supuesto que ahora mismo hay dos cosas que podrían dejarme triste pero la diferencia ahora es que ya no creo que pueda hacer nada al respecto. Para estar feliz también hay que encajar bien las pérdidas, las palabras y no palabras que no te han gustado oír.

Y en eso estoy. En el ejercício de las pequeñas cosas, de los días que duran 24 horas y tienen más luz, el ejercício de olvidar, de ver las cosas buenas. De volver.

Es raro, pero me gusta.

06 febrero 2007

El ejercicio de las pequeñas cosas

De eso está hecha la vida. De pequeñas cosas. De finalmente vivir sola y llegar a casa donde me espera mi gatito. De disfrutar de la ausencia, del silencio, del sencillo hecho de encontrar todo como he dejado al salir por la mañana. Y abrir mi nevera y encontrarme bebida preferida y sonreír solo porque es bonito que finalmente haya conseguido. Soy feliz cada minuto que me encuentro allí. No es la casa de mis sueños pero es la mía. La misma que necesita un montón de cosas más pero que no me importa esperar hasta que las cuentas cuadren para comprarlas. La misma donde me parece un momento poético el de hacer la colada sin cola y con mis detergente preferido. Sin que nadie diga que le gusta el jabón de marsella – yo odio el jabón de marsella.

Es un ejercicio muy placentero el de dormir la siesta en el futón mientras Bebe ronronea a mi lado. Hasta la falta de internet me gusta porque me pongo a leer y hasta he vuelto a ver algo e la tele y ni todo me parece tan malo. Me gusta también el baño porque allí caben todas mis cremas, mi radio de por la mañana y la cajita de arena encaja perfectamente. Y soy feliz cuando veo eso. Soy feliz cuando veo la toalla bonita que me regaló mi madre y la alfombra colorida en forma de flor que convierte todo en un lugar bastante alegre. Soy tan feliz que el ambientador que puse ha solucionado el problema del baño o es que todas las pequeñas bonitas cosas no me dejan ver, ni oler los pequeños problemas.

Y así me va. La vida no es perfecta pero hace falta poco para estar feliz. A veces me da pena que ciertas cosas no hayan salido como yo quería, a veces yo echo de menos, a veces el chico que te gusta se olvida de ti. A veces alguna amiga me pregunta hasta cuando disfrutaré tanto de la soledad. Yo no lo sé. Pero sé que quiero sonreír cada minuto que pueda por mi casa. Por cada recuerdo bonito que tenga, por cada día que no sea malo, por cada sueño que se consiga realizar, por cada cena que me prepare a mi misma y por cada plato que deje en el fregadero porque no me apetezca fregar.