26 septiembre 2011

Tarde

Fernando Pessoa no se equivocaba cuando decía que el poeta era un fingidor que fingía que era dolor el  dolor que realmente tenía. Valiente (e insensata) sería yo al calificarme de poeta pero claro está que escribir es mi intento desesperado de fingir que entiendo el dolor que no sé si siento.
Sí. Porque entre tantas sensaciones perdidas  resulta que la única certeza es que esta mañana nada más despertar volví en el tiempo. En el tiempo aquel donde las canciones decían más que las mil palabras en correos que acortaban la sensación de lejanía. Y cuando jamás habíamos estado tan lejos, nosotros que nunca habíamos llegado a estar cerca, llegan las explicaciones y razones que nunca pedí por no pensar que mereciera la pena hablar de algo que no fuera el viento.
La escucho y me callo. No importa lo que dice - acostumbrada que estoy a no entender todo lo que hace latir la sangre en nuestras venas, me da igual realmente qué me quería decir. Es muy bonito y muy tarde.