09 octubre 2010

Silencio

Yo no sé si contestar. No sé qué contestar. Y resulta gracioso  verme así, yo que en otros tiempos  me entregué sin miedo a la práctica de intercambiar e-mails hasta la saciedad sin intención alguna aparente - sin darme cuenta de que la falta de intención era intención suficiente.
No soy capaz de sentarme a contestar. He perdido mi capacidad de hablar del tiempo, de los días sin rumbo, de hablar de la nada. Hace tiempo que la falta de un objetivo final o la posibilidad de encontrar uno, directamente me impiden seguir por el camino de la abstracción durante demasiado tiempo - las cosas complicadas  últimamente me están dando muchísima pereza.
Y ni el recuerdo dulce es capaz de poner la imaginación o la inspiración en marcha y garantizar el  sencillo y breve placer de escribir y de esperar, contenta y distraída,  una respuesta.
Está bien eso de no tropezar más de una vez con el mismo tipo de piedra.

03 octubre 2010

Las afinidades electivas

Pic by http://tux.uis.edu.co/
Llevo toda la semana esperando el momento de escribir en el blog y curiosamente no lo hice por mi  habitual falta de tiempo, sino porque he estado mala y tomando un antibiótico tan fuerte que no puedo  decir precisamente que mi lado poético ( y ningún otro lado) haya estado demasiado despierto últimamente.
Pero el post y la antigua noción de las afinidades químicas de los elementos han estado en mi cabeza dándole vueltas - es algo habitual en los seres humanos eso de buscar una explicación lógica para cosas que a lo mejor, no la tienen.
Siete años son muchos años y dan para mucho y para muy poco - depende de las velocidades de cada uno, de sus ganas y de la vida misma. Semana pasada celebré con unas amigas nuestros siete años de amistad - que no por casualidad empezaron a contar el primer día en nuestra querida empresa. Entre cena, copas y recuerdos no dejaba de preguntarme como habíamos llegado hasta allí - cómo chicas tan distintas en todo se habían encontrado y decidido compartir sus días, los felices, los tristes, los de éxito, de duda, las ganas de llorar, las de reírse.
Serán las afinidades electivas, nombre lírico  que al contrario del libro de Goethe,  de lirismo tiene poco. Su origen viene de una antigua teoria de la química que estudiaba como ciertos compuestos  tenían la tendencia a combinarse solamente entre sí en ciertas circunstancias y a lo mejor  puede explicar como vidas separadas por las distancias, los gustos, las historias personales, se unen y se combinan. Hay gente que cree en el destino, en las casualidades con algún significado especial pero yo ando muy corta de poesía y me gusta pensar que de alguna manera, las personas, como los compuestos, no necesitan una razón celestial para combinarse. Y en esa línea, sólo puedo usar esa metáfora para describir las afinidades que he encontrado por casualidad en la misma noche - una sonrisa, una mirada, palabras exactas - y todo parecía que había estado allí desde hace mucho tiempo.