Todos tenemos secretos inconfesables. Pensamientos, ideas, deseos que no compartimos con nadie, o casi nadie por vergüenza, por miedo o por pura falta de oportunidad. 
Y si alguna vez se nos ocurre contárselos a alguien estamos haciendo mucho más que contar un secreto. Estamos entregando literalmente un trozo de dentro de nosotros. Estamos abriendo el contenido de una caja que antes era sólo nuestra. Y  puede ser  muy raro, aunque te guste  porque hay cosas que después que las compartes te puedes  preguntar  si te juzgarán por ello o si,  en el caso de que  hayan compartido también algo contigo, entenderán tu punto de vista y en lugar de un juez para condenarte lo que tienes es un cómplice para tu crimen. 
Y tenemos que sentirnos afortunados si en alguna ocasión tenemos cómplices en ciertos crímenes en esta vida. Aunque sea un crimen difícil de compartir y nos de vergüenza o parezca un poco inesperado o  improbable o raro. Al final se viene “aquí” para divertirse o por lo menos intentarlo y  si  te puedes reírte  aunque sea muy tarde de la noche, aunque ya no imaginaras que te reirías de eso y aunque la emoción del momento te cueste una bonita bota marrón, como ya decía la canción:  es mejor ser alegre que cualquier otra cosa.
25 abril 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
 
 
 

 

No hay comentarios:
Publicar un comentario