26 diciembre 2012

en la orilla del rio

Después de tanta ausencia resulta muy previsible volver cuando se acerca el año nuevo  y prometer a una misma escribir más a menudo. Después de tantos años de blog  ya no me hago ilusiones sobre la constancia,  sólo aspiro a dedicar tiempo a oírme cada vez que tenga la necesidad de estar en silencio.
Y la tengo tan a menudo que si realmente parara y me escuchara ese blog no andaría tan abandonado. Claro está que esa es la diferencia entre amadores y profesionales:  que la necesidad de escribir de los primeros no es siempre la primera entre tantas necesidades que tenemos.
Lejos de Madrid escribo desde un viaje que puede ser huida o un intento de aplazar certezas que no quiero tener. Hay miradas brillantes y miedo de mirar al otro lado del río. De sentir calor y frío. Y desde lejos no hay Navidades, ni recuerdos malos, ni historias sin terminar. No hay luces aparte de las de los días siempre llenos de Sol y sin ellas,  no hay que mandar felicitaciones en las que no creemos. Es un decir siempre que "no" por si el "sí" resulta complicado y, sobretodo,  dolorido. Es la garantía de que el mundo siempre tendrá algún rincón donde que uno pueda respirar tranquilo porque nadie lo ve.
Todo me recuerda  a un poema de Fernando Pessoa que Dorival Caymmi puso música hace muchísimos años. Yo creo que no tenía más de 12 años cuando la oí por primera vez. La ponían en una telenovela y todo de ella me encantó enseguida: la profunda voz de Caymmi, el río como metáfora de las certezas que tenemos y de las que aspiramos. Su curso como un destino cierto pero desconocido. La seguridad de que nada ocurre cuando no se hace nada aparte de contemplar la propia vida.
Y pensando en ella me quedo. Escuchándola en silencio. Escuchándome en silencio. Sin certeza de nada y todavía preguntándome adonde me llevará el río al que contemplo.
Espero que por lo menos a unos cuantos posts más.   








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