17 marzo 2014

La pasta alle vongole




Yo la echo de menos. Lo sé. Tanto que lo hago habitualmente es no pensar en ella por no querer darme cuenta de que ya no volveré a oír su risa en plan JARAJARAJARA. Porque su risa sonaba así: alta, con letras mayúsculas, eléctrica, infinita. Trato no acordarme  de que podría haberla apoyado más  o sido, quizás, más generosa, más presente aunque desde la distancia. Yo sabía la ultima vez que la vi que sería la última. Sabía que nadie más me saludaría diciendo : "minha linda" , como ella lo hacía. Lo sabía y a día de hoy lo sé. Por eso trato de no pensar en ello.
Pero a veces la vida se encarga de recordarte de que quien eres. De  que lo que te hace feliz o triste se ha definido hace muchos años y ni sabes bien cuando.  Y que aunque no seas consciente de ello normalmente, cuando un trozo de tu pasado se cruza en tu camino, vuelves en el tiempo y te acuerdas de esa tía tan querida que tratas de intentar olvidar de que ya no está.
El sábado, me pasé por el Corte Ingles donde hasta final de mes tienen la Feria de Europa - comida y bebida europea básicamente y allí estaba: pasta alle vongole. Era un bote pequeñito de salsa, perdido entre paquetes y paquetes de pasta con 3 mil nombres, pero fue lo único que vi.
Era uno de sus platos estrella. Ella a quien no le gustaba precisamente cocinar, se ponía el delantal encantada cuando iba a verla y se ponía a preparar algo especial. Viviendo en España no es que haya tenido grandes oportunidades de probarla pero curiosamente, las  pocas veces que aparecían como plato en los restaurantes italianos,  las he pedido e ilusionada esperaba sentir el sabor de la felicidad infantil. Pero  me la han traído sin tomate. Y mi tía la hacía con tomate. Estaban allí los vongole y la pasta pero sin tomate. El botecito del Corte, finalmente, venía con el tomate y la sonrisa que me ha llegado de dentro fue parecida a la felicidad infantil que yo añoraba.
Y en Domingo, después de mucho tiempo, pensé en ella sin miedo a que me doliera. Me acordé de la risa, de la pasta, de la imagen de ella con nosotras en la playa, de la imagen de ella mientras se maquillaba para ir a trabajar. Pensé que pese todo lo que la echo de menos, he sido una chica de mucha, mucha suerte.

Se puede, sin duda, ser imensamente feliz y triste a la vez.





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