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09 febrero 2014

Palabras y silencios

Yo sabía cuando llegué que no sería todo como la sonrisa de la entrada. Sabía que tenía en su cabeza cosas que decirme mientras yo en la mía, tenía las mismas que callar.  Una mañana así no suele acabar con sol.
Y por supuesto, entre las amenidades de un nuevo enero, tenía que sacar, como si nada fuese, las sombras de final de año. Quizás la sorpresa haya venido de que el tiempo, para mí, ya había convertido lo ocurrido en anécdota mientras había cocinado en él una mezcla rara de decepción y rabia. 
Entre mis razones, todas verdaderas - aunque más o menos lógicas, no ha encontrado ninguna que fuera creíble. Ninguna digna de oírse tranquilamente mientras una la contaba. Es más, entre interrupción e interrupción,  y sin terminar de oír, se ha encargado de construir sus propias versiones de mis razones y de enfadarse por ellas. 
Yo miraba tratando de entender. Y  ha sido el ejercicio menos fructífero de la Historia. Entender el enfado, la decepción,  las palabras poco apropiadas. Supongo que a él le pasaría mismo y como si de una película se tratara,  asistí desde fuera una discusión en la que poco intervine porque era no era capaz de entender o, peor,  era consistente de que entenderla a fondo significaria ir mucho más allá de lo que nos convenía a todos. 
Y de repente... se cambia de tema. Agotado que estaba  sin entrar en terrenos que no podríamos recorrer  sin desvelar demasiado. Y en el aire el peso de las cosas dichas y no dichas. La barriga llena de todo que ha tenido que tragar en silencio o sin decir lo que se queria. 
La duda, razonable siempre,  sobre las razones de cada uno pegada en el pecho y muda. 
Una vez fuera me pregunta una amiga por mi cara de nada, mi cara de silencio. ¿Qué ha pasado? Y yo sonrío, y digo que nada. Nada como la traducción perfecta de las cosas que te ocurren y que no eres capaz, aunque intentes e intentes, de explicar. 

25 agosto 2008

Cobardes...

¿Te acuerdas del tiempo
En que sentías
Y sentir
Era una forma más sabia de saber
Y tú, ni lo sabías?
(Alice Ruiz)

Lo he estado pensando y después de mucha reflexión he llegado a la conclusión de que he sido cobarde últimamente. No es la clase de cosa de se enorgullezca una pero asumirlo públicamente a lo mejor haga mas llevadero asumirlo para mí misma.
He estado relacionándome con gente de manera superficial y tacaña, haciendo lo posible y lo imposible para que no se metieran en mi vida, en el sentido claro de no hacer parte de ella. He callado para mí palabras bonitas cuando las podría haber utilizado y he buscado defectos en gente que no los tenía (o que los tenía, como todos, pero que no eran razón para huir de ellos) para justificar mi lejanía y poner fecha de caducidad a cada una de esas relaciones. Alguno dirá que es por qué no estaba enamorada pero incluso cuando lo he estado, he tenido verdadero pánico escénico cada vez que veía una posibilidad real de vivir dicha relación aparte de haber sido incapaz de poner en palabras (que no estuvieran en un blog) que era lo que realmente quería con él.
He estado teniendo miedo a acercarme y abrir la puerta y dejar que el tiempo haciera su trabajo a favor o en contra de todo lo que sea sentir.
No intento aquí buscar razones freudianas para dicho comportamiento sino sencillamente asumir que me he portado así. Como si sufriera de un síndrome de Peter Pan incurable, está claro que evito el compromiso y con él todos los pasos que se supone que tiene uno que dar rumbo a su supuesta madurez. A lo mejor “eso” no es para mí aunque ya me haya atrevido a hacerlo una vez. No se sabe a lo cierto pero lo que sí queda claro es he estado huyendo y no sé bien ni de qué, ni hacia donde.
Y en dicha huída, ¿qué me estoy dejando por el camino? El hecho de no necesitar a la gente es bueno, es uno de los mejores caminos hacia la libertad completa, ¿pero para ser libre hace falta exterminar el sentimiento?
¿Qué sentido tiene convertir en alguna clase de criminal a un chico sólo por invitarme a pasear por el parque? O directamente, ¿como puedo cabrearme con uno que sólo cometió el “error” de invitarme a cenar?
Y así va una por la vida. Se dice que el primer paso hacia la cura es admitir la enfermedad. Aquí me tenéis asumiendo públicamente mi acojone en ese blog que nadie lee. ¿Tendría más mérito si me fuera al Diario de Patricia? A lo mejor sí, pero con menos público y mérito, pero con más intención, ese es el primer post de un blog y de una chica dispuesta a echar un poco más de huevos por la vida.