07 diciembre 2006

Los eggless

Lo comentábamos entre yo y la Morsa: uno de los problemas de la humanidad es la falta de huevos.

Así de claro.

Sí. Cuantos miles de problemas, ansiedades, chocolate, falta de apetito e incertidumbres se evitarían si la gente no se dejara acojonar por casi todo cuando el tema son las relaciones personales.

Porque no hay huevos. Varían las situaciones, así como las personas, pero todos somos eggless de vez en cuando. Sin ir más lejos, yo misma. Muchísimas veces no los tengo. No me da miedo decir lo que siento, pero me da miedo sentir. El miedo no me impide hacerlo y como si fuera poco, también me da miedo dejar de sentir. Es un placer vivir en constante tortura.

Soy una egg lesss y el único consuelo es que no soy la única.

Desde mi sitio observo como la gente tiene miedo a tomar decisiones, a contestar e-mails, a intentar o sencillamente dejar de hacerlo y decir claramente “no hay nada que hacer”, se acabó lo que se daba. Porque faltan huevos, los míos y los suyos, a la hora de comprometerse o “descomprometerse” de manera definitiva.

No se desiste, no se intenta. Y las palabras no dichas, el tiempo y la distancia hacen con que todo nunca haya existido y que el miedo sea un compañero silencioso y constante pero que no compromete el viaje. No se arriesga. La inercia es esa costumbre humana tan mezquina de mantener el estado inicial de movimiento.

Vivir con miedo es vivir por la mitad. Y vivir por la mitad, chicos, perdonad la conclusión tan simple, es una puta full.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy te vengo a hablar de lo que el llanto no repara,
y la vida no devuelve.
De lo que arrebata el miedo,
y no restituye el tiempo.
Te vengo a hablar del dolor del que huí,
y de la felicidad que no tuve.
Te vengo a hablar de mí,
y de lo que no tocó mi piel,
y del alma que no vendí,
de los minutos que no amé,
del error que no cometí,
las palabras que nunca dije,
del corazón que no di,
del mar que renuncié a cruzar.
Y hoy me pregunto por qué.
Por qué le tuve miedo a vivir.
La Morsa